lunes, 13 de noviembre de 2006

La verdad sobre las drogas

Gracias a la investigación médica y farmacéutica, hay miles de drogas (fármacos) que ayudan a la gente. Los antibióticos y las vacunas han revolucionado el tratamiento de las infecciones. Hay medicamentos que disminuyen la presión arterial, tratan la diabetes y reducen el rechazo del cuerpo a órganos transplantados. Los medicamentos pueden curar, retrasar o prevenir enfermedades, ayudándonos a llevar una vida más feliz y saludable. Pero también existen muchas drogas ilegales y nocivas que algunas personas toman para que les ayuden a sentirse bien o divertirse.
¿Cómo actúan las drogas? Las drogas son sustancias o compuestos químicos que alteran la forma en que nuestro cuerpo trabaja. Cuando las haces entrar en tu organismo (a menudo tragándotelas o inyectándotelas), encuentran su camino al torrente sanguíneo y desde allí son transportadas a otras partes de tu cuerpo, como el cerebro. En el cerebro, las drogas pueden intensificar o entorpecer tus sentidos, alterar tu sentido de alerta y a veces disminuir el dolor físico. Una droga puede ser beneficiosa o nociva. Los efectos de las drogas pueden variar según la clase de droga administrada, la cantidad que se toma, con cuánta frecuencia se utiliza, con cuánta rapidez llega al cerebro y qué otras drogas, alimentos o sustancias se toman a la vez.
Muchas sustancias pueden ser nocivas para tu cuerpo y tu cerebro. Beber alcohol, fumar tabaco, tomar drogas ilegales e inhalar pegamento puede causar daños graves en tu organismo. Algunas drogas alteran seriamente la capacidad de la persona para tomar decisiones y elegir cosas saludables. Los jóvenes que beben, por ejemplo, son más propensos a participar en situaciones peligrosas, como conducir bajo la influencia del alcohol o mantener relaciones sexuales sin protección.
Y al igual que hay muchas drogas disponibles, hay muchas razones por las que probar drogas o empezar a consumirlas. Algunos adolescentes las toman sólo por el placer que creen puede producir. Es posible que a la larga alguien intentará convencerles de que las drogas pueden hacerles sentir bien o que puedan divertirse más si las toman.
Algunos jóvenes creen que las drogas les ayudarán a pensar mejor, a ser más populares, a mantenerse más activos o a ser mejores atletas. Otros simplemente sienten curiosidad y creen que probarlas no les hará daño. Otros quieren encajar en un grupo. Muchos jóvenes consumen drogas para ganarse la atención de sus padres o porque creen que las drogas les ayudarán a escapar de sus problemas. Pero la verdad es que las drogas no solucionan los problemas. Simplemente ocultan los sentimientos y los problemas. Cuando desaparecen los efectos de las drogas, permanecen los sentimientos y los problemas -o empeoran. Las drogas pueden arruinar todos los aspectos de la vida de una persona.

Legales e ilegales¡¡¡¡

Las drogas se pueden clasificar en legales e ilegales; entre las primeras se incluyen alcohol, tabaco (con algunas restricciones legales), los fármacos de prescripción médica, ciertos disolventes de uso doméstico o industrial; y el resto de ellas son ilegales.
Existen varias clasificaciones de las sustancias adictivas de acuerdo a su estructura y propiedad química y a los efectos que producen en el sistema nervioso central (SNC). De éstas existen varias versiones; una clasificación de utilidad práctica es la de NIDA (National Institute of Druog Abuse). Clasificado por el efecto estimulante o depresor.
Los depresores (alcohol, sedantes, narcóticos y ansiolíticos, cannabis, así como disolventes volátiles) reprimen todas las estructuras presinápticas neuronales con la consecuente disminución de la cantidad de neurotransmisor liberado por el impulso nervioso, lo cual produce además una disminución de la función de los respectivos receptores postsinápticos. El alcohol al igual que otros depresores como los barbitúricos y las benzodiacepinas produce una estimulación de la transmisión inhibitoria.
El grupo de los narcóticos incluye al opio, morfina, heroína, meperidina, codeína, difenoxilato, fentanyl, nalbufina, propoxifeno y la metadona.
Los estimulantes o simpaticomiméticos (cocaína, anfetaminas y metanfetaminas, alucinógenos, y estimulantes menores donde se clasifica a las xantinas) ejercen un bloqueo sobre la inhibición, o una excitación de las neuronas en forma directa. Sus mecanismos de acción son variados y pueden explicarse por afectación fisiológica; por ejemplo, aumento de la despolarización neuronal, incremento de la cantidad de neurotransmisores disponibles, alargamiento de la acción de los neurotransmisores, debilitamiento de la membrana neuronal o reducción del tiempo de recuperación sináptica

El alcoholismo

Las bebidas alcohólicas, (el vino, la cerveza, los licores...), constituyen, junto al tabaco, una peculiar dimensión donde se mezclan fuertemente los valores socio-culturales y la posición del sujeto que, desde el psicoanálisis, es fundamental en la constitución de la droga como tal.
El vino, por su parte, es una bebida embriagadora que se encuentra ya en relatos antiguos y pervive en las referencias en la literatura y en canciones, en tanto es una bebida sumamente popular si bien su primacía se encuentra jaqueada actualmente por la iniciativa de las empresas cerveceras.
Es sabido que su ingestión provoca, como toda bebida alcohólica, la reducción de represiones y quien bebe supone poder, bajo su influencia, encontrar palabras más fácilmente y actuar en forma desenvuelta, sin los tapujos propios de su estado "normal", reduciendo tensiones, ansiedad, culpa o vergüenza.
El vino o la cerveza son bebidas que cumplen y han cumplido su parte en los procesos de iniciación del adolescente en el "mundo del adulto", en tanto, en nuestras provincias especialmente, eran los propios padres u otros mayores quienes invitaban el primer vaso al jovencito con un "ya sos un hombre" o es entre los mismos adolescentes el beber una marca de su ubicación como no más niño y la botella o la latita elemento de intercambio entre los integrantes de un grupo.
Por cierto, en esta medida, las bebidas alcohólicas son consideradas desde lo social un elemento íntimamente unido a festividades o a celebraciones, e incluso a situaciones de duelo, presentes en velatorios o despedidas.
En cuanto al caso del bebedor que bebe hasta el extremo de la borrachera o en el alcohólico propiamente dicho, suele hablarse de tres etapas o fases consecutivas:
* una primera caracterizada por el levantamiento o aflojamiento de represiones, lo cual provoca una sensación de euforia o alegría, locuacidad y desparpajo.
* luego, un estado depresivo o de tristeza.
* y, finalmente, tras la borrachera, la "resaca", un malestar generalizado, en lo físico y en lo anímico, del cual salen los bebedores recurriendo nuevamente al alcohol.
El alcoholismo en sus características generales es semejante a otras adicciones a drogas, si bien distintos autores acentúan la base depresiva del sujeto (más allá de la estructura psicopatológica de base) y su relación con la oralidad, en una equivalencia de la bebida alchólica con la leche como medio por el cual se calmaran angustias o ansiedades infantiles, como suministro incondicional e ideal que asegurara la presencia de quien ejerciera la función materna de cuidado y alimentación.
El intento en el beber se orientaría a llenar un vacío, en un movimiento impulsivo que, revitalizando la lógica de la necesidad, urge la incorporación del líquido en grandes cantida-dades.
El dolor psíquico, intolerable, exigiría en estos sujetos el intento de su cancelación. En muchos casos el alcohólico almacena botellas, en previsión de la irrupción del estado depresivo o de profunda tristeza que no puede procesar por sus propios medios, psíquicamente.
En cuanto a los efectos estimulantes o excitantes de las bebidas alcohólicas, si bien se encuentran incluídas entre las drogas depresoras, se debe a que por su influencia sobre el Sistema Nervioso Central se produce la depresión de los centros nerviosos superiores y, conse-cuentemente, la liberación de los centros inferiores gobernados por aquellos.
Desde el psicoanálisis, Freud se refirió a las drogas definiéndolas como "quitapenas" que permitirían esquivar los límites que la realidad impone y acceder a un mundo que ofrecería mejores condiciones de sensación, planteando que el hombre necesitaría recurrir a lenitivos para poder soportar el dolor que la existencia plantea.
Y en 1912, en "Sobre la degradación de la vida erótica", texto incluídp en "La psicología de la vida amorosa", hace una alusión directa al alcoholismo, diciendo que la relación del bebedor con el vino evocaría la armonía más pura, "como un modelo de matrimonio feliz", preguntándose por qué la relación del amante con su objeto sexual sería diferente.
En otro espacio, ahondaremos en éstas y en otras consideraciones respecto de las bebidas alcohólicas desde el psicoanálisis, y las posibles derivaciones en la dirección de la cura con pacientes alcohólicos.
Utilización de bebidas alcohólicas.De lo religioso a la enfermedad.
Desde los orígenes de la humanidad los hombres habrían observado que un jugo de frutas azucarado expuesto al aire libre durante algunos días se convertía en un brebaje que tenía propiedades psicotrópicas especiales. Tal vez, debido a estas propiedades, y a los misterios de la fermentación, se tendió a sacrilizar esta bebida y a usarla con fines místicos o sagrados. Podemos citar como ejemplo el culto a Dionisios o Baco, o la conversión del vino en sangre en la misa católica.
Su uso excesivo, embriaguez o borrachera, fue considerado como vicio, pecado, aso-ciado a la locura, a la degeneración, a la violencia.
Las bebidas fermentadas o alcohólicas, a lo largo de la historia, han sido objeto de glorificación y abominación simultáneas. En la Biblia, sobre todo en el Antiguo Testamento, se hace referencia cerca de quinientas veces al vino, ya sea para elogiarlo, o, por el contrario, para poner en guardia a los hombres contra su maleficio.
A mediados del siglo XIX el médico sueco Magnus Huss acuñó el término alcoholismo para designar al común denominador de las enfermedades cuya causa era el alcohol etílico. La terminación en "ismo" presentaba la ventaja de que no poseía ya esa carga afectiva que hasta entonces había condenado a los borrachos. Por esa época aparecen numerosos trabajos clíni-cos que describían las consecuencias tóxicas del alcoholismo, y algunos aspectos sociológicos, dentro de la escuela francesa Legrain (1889), Garnier (1890), Mignot (1905), etc., y de la escuela alemana, a comienzos de este siglo: Kraepeling, Heilbronner, A. Florel, E. Bleuler, etc.
Sin embargo, en esta misma época, fin del siglo XIX, surgió toda una literatura seudo-científica que oscureció la problemática de la etiología y de la patogenia del alcoholismo, con consideraciones moralizantes y apasionadas ligadas a la teoría reinante sobre la degeneración: el alcoholismo pasó a ser un vicio, atributo de degeneración...
Recién en 1940-1950 se comienza a concebir el alcoholismo como una enfermedad, realizándose campañas de salud destinadas a la prevención y a la cura, gracias a las inves-tigaciones de E. M. Jellinek y la Escuela Americana.